Nos la jugamos todos

La sociedad española se enfrenta al reto más importante de su historia desde los años de la Transición. Existen tantas incógnitas y se ciernen tantos interrogantes sobre cada uno de nosotros que cualquier gresca entre políticos (y sus periódicos y periodistas de cámara) debe palidecer ante la búsqueda de soluciones de cara a todos los escenarios nuevos e inesperados que se van a abrir en los próximos días. Es la crisis de un modelo abierto, global y vertiginoso de sociedad; vivimos en un mundo que gira tan rápido que la propia velocidad se convierte en su mayor debilidad. No hay barreras, el bicho no sabe ni de gitanos ni de ministros, de vascos ni de riojanos. Se pega a una barandilla y viaja con nosotros en el autobús como un cóndor silencioso y oportunista. La única manera de vencerlo es no dejándole crecer. A pesar de los pesares y de la sensación de parálisis que han ofrecido las administraciones públicas (autonómicas, nacionales y europeas) desde el salto de China a Italia del maldito COVID-19, es esencial salvaguardar el sistema sanitario. Para que no se colapsen los hospitales no hay más solución que frenar la escalada de contagios y en esa esfera es vital la responsabilidad individual de cada uno de nosotros. Además, esta crisis puede ser una oportunidad única para que los que tienen que estar a la altura lo estén sin medias tintas. Coincido con Sánchez en que es imprescindible la responsabilidad y la disciplina social. Y él, sus ministros y sus terminales mediáticas han de estar a la altura de un país que se la juega