Los sanitarios son la última defensa

A los médicos sabios, prudentes y discretos los pondré sobre mi cabeza y los honraré como a personas divinas. Lo escribió Cervantes y lo suscribimos hoy millones de españoles extendiendo las palabras a todos los profesionales de la salud que se entregan en cuerpo y alma a los enfermos cada día de nuestras vidas y especialmente en esta tormenta perfecta del COVID-19. Los sanitarios son nuestra última defensa, el espigón ante la hecatombe; si se ven superados sólo se abrirán las puertas del infierno. Así de crudo. Por eso es vital e imprescindible cuidarlos porque defendiendo nuestra salud salvaguardaremos la respuesta del sistema y no se desmoronarán nuestras esperanzas, que son muchas, que son todas. «No salir de casa es la mejor medida preventiva», repite una y otra vez un médico amigo que no quiere significarse entre ninguno de sus compañeros: «La mascarilla nos iguala a todos, a los cirujanos y a los pediatras, a los facultativos de urgencias o a los de la UVI. Pero también a los celadores, a las enfermeras, a las auxiliares (esenciales en su trabajo) o a los que conducen las ambulancias. Todos somos iguales e igualmente imprescindibles», me susurra extenuado al otro lado del teléfono. La complejidad del sistema es asombrosa, la recepción de medicinas, la intendencia pura e infalible de un estado de alarma, la organización de las guardias y las jornadas que son interminables al lado del abismo. «Vivimos pegados al virus y somos conscientes de ello», me dice mi médico amigo, que cuando no está en el hospital descansa como puede en casa y hace ejercicio en su bicicleta estática de la terraza: «Nuestra mejor defensa en no salir a la calle», repite obsesivo. «Ésta es una guerra frente a un enemigo invisible. Hoy he ido a comprar comida y también doy valor a las personas que trabajan frente al público en los supermercados o en las farmacias. Todos somos necesarios y nos tenemos que proteger sin apenas pisar las calles». Y es que mil enfermos requieren mil curas, escribió Ovidio como si hace dos mil años hubiera reflexionado exactamente sobre lo que vivimos exactamente ahora. Cada infectado en un hospital es un desafío concreto. Detrás de cada número hay una persona y una esperanza. Nuestro mejor homenaje es cuidarles. ¡No salgan de casa!