VOX, EL ALIADO GROTESCO

Vox es una de las peores noticias que ha deparado la nueva (vieja) política española. Un partido que es puro sistema (con Abascal a la cabeza del asunto) travestido –sí, travestido– de antisistema, con un programa radical, maximalista e imposible de lograr como la desaparición de las Comunidades Autónomas o esa cerrazón absurda de la violencia de género. Vox es una especie de reducto ultramontano que desprecia al diferente (hasta los reyes magos han de ser blancos) y que ha colocado a la derecha liberal en uno de los mayores atolladeros de su historia. Y ahí aparece Pablo Casado petrificado y ausente ante la puesta en almoneda que está realizando Pedro Sánchez del Gobierno de España. Inés Arrimadas ha reaccionado después de la autoinmolación de Albert Rivera y Casado, que teme a Vox mucho más que a Feijóo, se ha quedado tan quieto que no es capaz de abrir la boca ni con el bochornoso escándalo de la cúpula de Podemos, de las acusaciones de sus abogados o de la tenebrosa huida a Argentina de Pablo Gentili, el oscuro jefe de gabinete de Pablo Iglesias, que ya se contempla a sí mismo de vicepresidente de un posible gobierno acunado por Junqueras desde la cárcel de Lledoners, o incluso desde fuera de ella en un plazo alucinantemente corto. Del PP no se sabe nada más allá de los geniales discursos de su portavoz en el parlamento de Cataluña, Alejandro Fernández, que ha invitado a Torra a cenar en Nochebuena en su casa. Es original, pero insuficiente. Vox se ha convertido en la mejor excusa de la ultraizquierda y de toda suerte de nacionalistas para apoyar el tacticismo de Sánchez y formar, merced a su ansia infinita de poder, el gobierno más grotesco y demencial de la democracia española.