RAQUEL
Estás en Alemania y te llaman de tu partido para que vayas en una lista por tu tierra. Vas. Llegas. Sin comerlo ni beberlo te haces fundamental para el cambio ‘progresista’ de La Rioja. Pero el que te llama de tu partido te dice que digas no. Es un numerito y lo sabes. Lo saben y es un numerito. Se monta el cirio pero menos. Te ponen a parir. Que si secuestras el cambio, que si no representas a los que dicen que representas, como si los que te acusan de ello no les sucediera lo mismito que a a ti. Atisbo que lo piensas con tu sonrisa de labios apretados. ¿A qué sí? Pasa el verano y te mantienes en silencio. Llega el envero y te vuelven a llamar. Te haces de rogar un poquito o así. Que si sí, que si no. Y es sí y por eso lloraste. Nos embarga la felicidad a todos y todas. Y te hacen consejera. Da igual de qué. Ya has llegado de Alemania vencedora y periodista, todo el mundo te conoce por tu nombre aunque te apellides Romero. Eres Raquel, de Podemos, o lo que quede de Podemos. No importa. Te han sacado en el Telediario sonriente y ahora ya feliz en tu escaño parlamentario de La Rioja en el que que está a puntito de hacerse profesional todo diputado y diputada. Dos veces más feliz, como consejera y parlamentaria solitaria que se trae desde mi Ciudad Real de las entretelas un número patafísico de asesores y estrategas para determinar la indeterminación de una Consejería que sirve para reafirmar la ‘mayoría de progreso’ que han dictaminado los votantes riojanos. No hay miedo a la disensión ni a la ruptura del pacto porque Raquel ya ha trascendido a Podemos y aquella izquierda que la votó en franca retirada. Hasta un director de cine ha venido a conformar el cenáculo más privado de la consejera que llegó para quedarse: Raquel.