DIVAGANDO
En una entrevista que le hice a Arcadi Espada me dijo que Ferran Adrià «es un enigma como persona y como creador. Nunca he sabido con certeza de dónde le viene su talento y su fuerza. Creo que existe algo inaprensible en talentos como el suyo, algo que se escapa a la razón». Una vez me pusieron frente a una pizarra redonda, con unos diez tipos a mi alrededor a los que sólo conocía de verlos por los pasillos de un congreso gastronómico yendo y viniendo como iba y venía yo y me preguntaron qué era y qué no era un restaurante. A veces a los periodistas nos suceden cosas fabulosas sobre las que no tenemos ni más mínima idea y de las que no somos capaces de averiguar casi nada. En otra ocasión tuve que entrevistar a Heston Blumenthal en inglés y entendí que existían ‘moléculas puente’ y que «una manzana es la suma de una serie de compuestos químicos asociados a aromas y sabores, y de estos, algunos tienen mayor impacto que otros». De ahí las ‘moléculas puente’ del cocinero londinense que llevaba las mismas gafas que Bono: «Estas moléculas ayudan a combinar ingredientes tan alejados entre ellos como el ajo y el café o la gelatina de mandarina con el whisky de Malta». Luego me miró a los ojos y me dijo que su teoría era «como un niño que escribe una historia de cohetes espaciales y no establece ningún límite a su imaginación». Tom Perry estaba a mi lado por si alguien es capaz de desmentirme. De hecho, Tom traducía. Durante muchos años he pensado que Perry nos tradujo a su libre albedrío las quisicosas de Heston Blumenthal, sus gafas a lo Bono y sus dos restaurantes, uno al que se debe ir al menos una vez en la vida y otro al que sus incondicionales van a diario estableciendo paridades inalterables entre las moléculas puente del cocinero, sus gafas y la historia del niño con cohetes espaciales. Y me acuerdo de aquella pizarra redonda en la que tenía que definir con diez tipos a los que no conocía de nada qué diablos era un restaurante. Comencé a pensar qué no era porque últimamente veía cosas parecidas a un restaurante, con cocinas similares a un restaurante, con platos de restaurante y camareros, pero en el fondo no era un restaurante. ¿Es el talento inaprensible de Ferran Adrià lo que ya nos condiciona sin saberlo para pensar un restaurante sencillo, con su platos, sus mesas y su cocina buena con o sin moléculas puente? Seguiré investigando...