VOMITAR Y LLORAR
Es una alegría que en Barcelona haya fuego en vez de tiendas abiertas», asegura la escritora Cristina Morales, premio Nacional de Narrativa, y lo proclama desde Cuba, tierra liberada de capitalismo atroz donde el hombre ya no es un lobo para el hombre, como Catar, dónde vive Xavi Hernández y cobra Pep Guardiola, otros dos nuevos apóstoles de las memeces que brotan desde el independentismo voraz y narcolépsico que ha entumecido a buena parte de la ciudadanía de Cataluña. Morales sostiene que «la violencia es lo único que se puede esperar de la policía. Es un cuerpo violento ante el que solo cabe el sometimiento o la autodefensa». Algo parecido a lo que escribió el filósofo Bernat Dedeu: «Contra lo que dicen los cursis, la violencia funciona y tiene toda la legitimidad del mundo cuando defiende una idea grande, bella y por la cual valga la pena romperse la cara». Es decir, la progresía más progre de la selecta intelectualidad progresista haciendo apología nutritiva de la violencia. La escritora no piensa renunciar al montante del Premio Nacional así la aspen. Y está en su derecho. El mismo derecho que tenemos sus improbables lectores a no abrir de casualidad ni media tapa de cualquiera de sus panfletos. Algo así hice con John Carlin hace unos años, pero el muchacho inglés sigue desprestigiando a España desde medios españoles. El domingo escribió en el rotativo más veterano de Barcelona que «la violencia genera violencia, señores y señoras, y si encarcelar a los líderes independentistas con y sin juicio no es violencia, habrá que reinterpretar el significado de la palabra. Los chicos de Barcelona ponen las cerillas, pero los adultos de Madrid suministran la gasolina». Para vomitar y después llorar.