EL VINO AUTOMÁTICO DE JULIO CAMBA

Me divierto mucho leyendo a Julio Camba. En ‘La ciudad automática’, una obra dedicada a Nueva York y que escribió el autor de Vilanova de Arousa más o menos en los mismos años del mítico viaje de Federico García Lorca, habla del buen vino que trasegaba al lado del Hudson o del East River. Era la época de la ley seca pero Camba lo que más sintió de su marcha de Nueva York fue precisamente dejar de beber buen vino. «En Europa ya no quedan apenas lugares en los que se pueda beber un vino decente, un vino que no tenga sabor de botica». Camba aseguraba que en el viejo mundo «la química había desnaturalizado el jugo de las viñas». E iba más allá, ya que tanto en Francia, Italia como en España, el vino se había «estandarizado tanto como la Coca-Cola». Y si el vino es por su naturaleza variable, «por qué cada año se nos presenta con el mismo color, el mismo olor y el mismo sabor», se preguntaba. La razón es que la producción de vino europeo se había convertido en una «industria típicamente americana». Camba aseguraba que los europeos que no se resignen a beber vinos en serie no tendrán más remedio que «venirse a América». La Ley Seca era «admirable» para el escritor gallego puesto que no impedía el cultivo de la vid, lo que cercenaba de cuajo era la fabricación de vino con «propósitos comerciales». Y lo razonaba genialmente: «El ciudadano americano que quiere beber vino puede hacerlo en su casa. Todo consiste en adquirir uvas, prensarlas y dejarlas fermentar; no salen grandes vinos, naturalmente; pero, ¿quién después de Pasteur cree ya en los grandes vinos?». Reconocía Camba que esos vinos caseros que de vez en cuando probaba en Nueva York eran apenas vinillos, pero «sanos y simpáticos». Y argumentaba lo siguiente: «La prohibición ha matado la industria y ha resucitado el arte, ha eliminado la química y ha liberado la naturaleza». Aquellos vinos caseros de la América de la prohibición eran parecidos a los europeos de la Edad Media, sostenía Camba, que aseguraba que no sólo se hacían con uvas de California, sino que también utilizaban uvas españolas, italianas y alemanas. El pobre Camba pronosticó que en los Estados Unidos iba a ser el único sitio del mundo en el que los aficionados iban a poder beber, «de cuando en cuando, un verdadero vaso de buen vino». Estaba majara, pero da gusto leerle, y más ahora, con el antiliberal y anticomercial arancel de impresentable de Donald ‘pelomalo’ Trump.