LA COLETA FLUVIAL DE IGLESIAS
Existe un Pedro Sánchez estratégico que se resume en su mirada hacia el vacío cuando le interpelan en el Congreso. Entonces su rostro de piedra se transforma en hielo, el mentón se le enciende por triplicado pero sin llama y a su lado Carmen Calvo olfatea el humo y ordena y desordena los papeles en su escaño con el desdén y el desacierto de costumbre. Todos en el PSOE saben que dependen de él, del estupor de las palabras huérfanas del mismo Sánchez, porque no es igual que las pronuncie en la Moncloa que cuando sólo era secretario general y urdía mociones y noes y destilaba el séquito de sus seguidores más fieles. Dos personas y un solo perfil, el del auriga de roca que dirige –en funciones– los caballos de España hacia el precipicio de una repetición electoral, que él mismo (y en compañía de Iván Redondo) decidió la noche de los comicios. La España de Sánchez en bucle: del no porque sí al sí porque yo lo valgo. Por eso Iglesias camina arrepentido de no haber cogido la bicoca de la vicepresidencia para su señora/compañera y dos o tres ministerios para su partido y confluencias. A partir de ahora, Pablo andará toda la vida tirándose de una coleta cada vez más larga y fluvial, porque es un río su pelo donde ahoga las penas metafísicas de sus dos errores históricos (sin contar con el palacete de Galapagar). A dos gobiernos de Sánchez ha negado. La izquierda refractaria de sí misma se duele por los colegios electorales, con España al fondo y con los presupuestos de Rajoy caminando como zombies imbatibles. «Mejor elecciones que un gobierno con Podemos», barrunta el socialismo. Si Pablo hubiera dicho sí el socialismo barruntaría lo contrario. ¡Es la política!