OTEGUI Y LAS CAGADAS DE PALOMA
The New York Times propuso a sus lectores un dilema moral imposible. Si usted pudiera viajar en el tiempo y tuviera en sus manos asesinar a Adolf Hitler cuando era un bebé, ¿qué haría? Es un absurdo pero nos introduce en un dilema ético asombroso. ¿Era el mismo ser humano el bebé que el furibundo asesino de millones de personas? Es un debate tan abierto y con tantas ramificaciones que muchas respuestas encuentran una explicación lógica. Algo parecido a lo que moralmente supone que TVE ofrezca su plató para realizar una entrevista a Arnaldo Otegui, líder de un partido político legal y con representación en una parte del territorio de España pero que por su negativa a condenar la violencia de ETA y no rechazar su vomitivo pasado político se sitúa fuera del sistema, extramuros del mínimo consenso que vertebra una sociedad civilizada. Estoy de acuerdo con los periodistas que se han mostrado a favor de entrevistarle. Obviamente, ése es nuestro trabajo. Yo le hubiera preguntado dos cosas y a partir de ese momento finalizaría o no el encuentro. Señor Otegui: ¿Condena el terrorismo de ETA y cuándo colaborará con la Justicia para esclarecer los más de 300 atentados que quedan por resolver? Lo demás ya no me interesa. Algunos han escrito que era una operación de blanqueo instigada por el Gobierno. Blanquear a Otegui es del todo imposible, como hacerlo con Maduro, a pesar de los ímprobos esfuerzos que hizo Évole por humanizar a la bestia. La entrevista nos devolvió al monstruo que es Arnaldo: «Siento de corazón si hemos generado más dolor a las víctimas del necesario o del que teníamos derecho a hacer». Lo dijo, son palabras textuales que intentó no pronunciar pero que como cagadas de palomas brotaron desde el fondo de su fangoso córtex cerebral.