LE LLAMARÉ FUENTERRABÍA

No hay peor veneno en la política española que el del nacionalismo. Padre y madre de todas las utopías y distorsionador máximo, por excelencia y absoluto de la realidad hasta convertir en absurda reivindicación cualquier cuestión menor y hacer trascendental la diferencia para emponzoñar obras y vidas y empobrecer las relaciones sociales para definir quién es ciudadano de aquí y nuestro y quién se sitúa dramáticamente fuera de la raya de la imaginaria y sacrosanta identidad y convertir el origen no en un accidente sino en una virtud que cualifica. Hay una obsesión regional (con las élites políticas del País Vasco y de Cataluña a la cabeza) para borrar cualquier rasgo que pueda recordar remotamente a España en cualquier ámbito de la vida social, cultural o geográfica. Sigo en 'tuiter' una preciosa cuenta dedicada a la "memoria de los hombres de la expedición de Magallanes y Elcano, que tras lograr llegar a la 'Especiería' quisieron ser los primeros en dar la vuelta al mundo". Pues bien, hace unos días subieron el maravilloso mapamundi de Urbano Monte, de 1587. Me acerqué a ver qué salía del norte de España y aparecía en grande 'Fonterabía', sin duda la denominación 'franquista' que han hecho desaparecer del actual nomenclator oficial del País Vasco, donde solo se acepta Hondarribia; al igual que Lérida y tantas otras ciudades, pueblos o valles en las que se ha desterrado el nombre en español como si diera vergüenza apellidarse López o Martínez. No tratan de convivir, no. Lo que hacen es sepultar la identidad que aborrecen para imponer únicamente con la que sueñan. Nos hemos dejado borrar, arrebatar las palabras y la historia. Y eso no es otra cosa que perder la dignidad y el futuro. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja