MISÉRRIMA ESPERANZA

Hace tiempo que había perdido cualquier esperanza de recuperación para el sentimiento de España y su convivencia de esa gran parte de la ciudadanía catalana que se ha decidido por la secesión. Está claro que la ingeniería social de los gobiernos de Pujol con la cesión de la educación (mejor dicho, del adoctrinamiento) a la Generalitat por parte de Estado, su impresionante máquina de propaganda encabezada por TV3 y más de treinta años de un discurso victimista culpando de todos los problemas a Madrid, han generado un clima social insoportable e irrespirable que llegó a lo que nadie podía ni imaginar con la utilización perversa de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils para los intereses de esa gran mentira histórica llamada ‘procés’. Del España nos roba al España nos mata. Brutal. Se imaginan si el atentado hubiera sido en la Puerta del Sol y se descubriera que Ana Botella se hubiera negado a poner bolardos. O que la Guardia Civil cazara a tiros a los terroristas como lo han hecho los Mossos, convertidos en un ariete más del separatismo y que viven en la más absoluta impunidad a pesar de todas las mentiras halladas en el devenir del consejero Forn y de su mayor Trapero. El miércoles en el Parlament se vivió una jornada bochornosa, en la que se pisotearon todos y cada uno de los procedimientos de una institución que ha de ser ejemplar. La presidenta a la cabeza del golpe, la oposición en la calle, las banderas de España ultrajadas. ¿Seguirá esa parte de la ciudadanía catalana callada y mansa de toda mansedumbre ante semejantes comportamientos? Creo que sí, aunque en el fondo me gustaría pensar lo contrario y me queda una misérrima esperanza. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja