DAN GANAS DE LLORAR

Dan ganas de llorar. El atentado terrible de Barcelona y Cambrils ha vuelto a retratarnos diabólicamente como país, como si el dolor de la muerte quedara aplastado por el ninguneo brutal de la política y sus altavoces mediáticos. La gente no, la gente ha vivido con extenuación y espanto la sucesión de acontecimientos trágicos, el vacío del alma de los terroristas, de sus secuaces y el reguero de sangre del maldito fanatismo islamista que ha decretado la caza a muerte del que no piense como ellos. Sin embargo, ha habido tanta mezquindad por parte de determinados líderes políticos que parece casi normal a estas alturas que cada cual arrime el ascua a su sardina para abusar del dolor y hacer bandería de unos contra otros. Desde el minuto uno las autoridades de la Generalitat, el consejero absurdo que diferenciaba unas víctimas como catalanas y otras como españolas, la apropiación de la policía autonómica como herramienta para diferenciarse del resto de España o la polémica de los bolardos no ha hecho otra cosa que acrecentar la falta de dignidad que sobrevuela la política española desde hace muchos años. Parece que todo vale, que cualquier cosa es susceptible para asaetearnos los unos a los otros mientras una furgoneta asesina y destroza a los pacíficos viandantes una tarde cualquiera de verano. Contemplo lo que sucedió en Francia o el Reino Unido y siento vergüenza de ser español y vivir en una sociedad dormida que no se rebela ante la ruindad de muchos de sus líderes políticos, personajes acuciados por su veleidad, su falta de compromiso con las ideas que juraron defender y que sólo están interesados en hacer de la sociedad un perfecto retrato de sus incongruencias. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja