La casa de aperos como síntoma de lo fútil que es la política riojana. No son aperos, mi señor Don Quijote, que donde usted cree ver azadas, azadillas, azadicos, zachillos garbanceros, guadañas, zurrones o bieldos, en realidad dicen que le ha soplado un fiscal a otro que no han levantado por lo bajini un señor chalé, con amplios dormitorios, solarium, jardincitos y hasta aseos con agua caliente, bidés varios y alicatados de los que quitan la respiración. Vieja historia en La Rioja, sonidos resabiados y ecos rancios de una época no tan lejana que no quiere extinguirse o que no quieren que se muera. Y al fondo del pasillo de la hiperbólica casona de Villamediana –que me recuerda al fortín de Ben Laden en Abbottabad– el próximo congreso regional del Partido Popular, con el dueño del susodicho chalet en el vórtice del huracán y en las grotescas portadas de los papeles de la ira de Madrid. Ahora, con el debate de la alta política del siglo XXI, que consiste en discernir el ir y venir de las órdenes entre los fiscales, vuelve a florecer el expresidente regional, que sigue gobernando el PP local y que resiste heroicamente en la vicepresidencia del Senado. Y el Palacete de Vara de Rey al fondo, que no es chalet aunque parezca en ocasiones casa de aperos, con sus azadillas, sus azadicos y hasta alguna que otra guadaña sobrevolando los despachos como si fuera un búmeran, porque donde las dan las toman y es preciso coger sitio fetén de cara al futuro que está aquí ya mismo. Unos callan y otros también. Es más, a Sanz le preguntaron en TVR por el asunto y dijo aquello de Jordi Pujol: «Hoy no toca». ¿Se acuerdan? Es decir, la casa de aperos como síntoma de que aquí nunca pasó nada. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja