El año que se nos muere comenzó con Pablo Iglesias ‘ofreciéndose’ para presidirle al difunto Sánchez su Consejo de Ministros virtual y se termina con Íñigo Errejón asaeteado por Irene Montero y Donald Trump a punto de caramelo. El que sigue en el machito es Rajoy; que continúa subiendo los impuestos a la masa de votantes que depositó su papeleta en las urnas por el miedo ancestral que les metió Soraya dándole todas las teles de su duopolio a Iglesias. El miedo guarda la Moncloa, atisbó Mariano que se sentó en las escaleras de su palacio para asistir al ‘seppuku’ del PSOE, al asesinato de la risa de Podemos y al temblor de Ciudadanos, tan apocado por el estrecho margen del apocalipsis que dejó todas sus certidumbres a los pies de Susana Díaz, que desde Sevilla se comió a Sánchez de un bocado con César Luena tan inmóvil, tan afligido y congelado en su renuncia a su otrora líder, que aunque la maniobra tenga todos los visos de traición ha quedado sepultada por el cúmulo de irrelevancias protagonizadas desde su despacho madrileño. Trump en la Casa Blanca y Ceniceros en el Palacete. Conjunción astral verdadera mal que le pese a Pedro Sanz, senador en el retiro de oro de sus señorías y silente ante las declaraciones de José Ignacio (él hablará donde tiene que hablar, como ha hecho siempre). Los delfines los carga el diablo. Mariano no se junta con José María y Ceniceros, con ese decir suyo tan callado, le ha pegado un mandoble a Sanz que se ha escuchado hasta en los predios de Villamediana, incluso más allá de su Casa Consistorial y de los caminos de tierra. Donald en América anda con su rascacielos; aquí las peleas son como más de andar por casa, más de frontón y porrón, con un casco de chorizo y un trocito de viña repartida. El año agoniza pero intentaremos seguir riéndonos más el que viene. A pesar de nosotros y de nosotras. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja