EL QUIJOTE ARRASA EN YALE
En el mundo ideal y moderno que propone Roger Schank (Nueva York, 1946), profesor de Yale y uno de los más reputados expertos internacionales en Inteligencia Artificial, estudiar El Quijote o la obra de Shakespeare en el instituto es un error, porque en realidad lo que «te tienen que enseñar es cómo tener una vida mejor y ser más feliz». Y es que según Schank, «es importante ayudar a los niños a descubrir lo que más les gusta y para ello hay que ofrecerles programas abiertos y dejarles que decidan». El docente de Yale asegura que con programas de realidad virtual «se pueden simular operaciones con pacientes reales y así puede descubrir cada alumno si realmente le apasiona la medicina». Éste es el futuro, amigos. Desterremos el álgebra, la trigonometría, el latín y toda la obra entera de Valle Inclán, García Lorca, Stefan Zweig y muy decididamente la tortuosa de mi admirado Emil Cioran, que ya pronosticó en su momento que «sin Bach, Dios sería una figura completa de segunda clase». Para el profesor neoyorkino la gran causa del atraso italiano es que en los institutos se enseña latín y el álgebra se comporta una especie de religión inútil. Nunca comprendí el alma de las ecuaciones, lo reconozco; tampoco vi claro los pies de la métrica latina ni el fluido compás de los pentagramas. La naturaleza, Dios o Cioran debieron de lanzar mi mente al bello y fútil ejercicio de la contemplación. Leí El Quijote a saltos; a Seicho Matsumoto sin orden ni concierto y a Guillermo Fadanelli cuando me voy de vacaciones y salgo a la terraza en esas noches de verano aplastantes y tórridas. No sé qué diablos es la Inteligencia Artificial, quizás sea el aria sacra de Bach que escucho mientras escribo esta tontería y me asombro por algunas chorradas que nos llegan de Yale, un nombre que a mí me sabe a equipo de baloncesto. ¿O no? # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja