LA ENCRUCIJADA SOCIALISTA

En las próximas elecciones asistiremos a un acontecimiento inimaginable en la historia de la Democracia Española. Por vez primera, el PSOE acudirá a las urnas no con la intención de ganar y formar gobierno, sino con la necesidad vital de mantener su hegemonía en la izquierda y evitar el adelantamiento de la unión electoral de Podemos (y sus incontables mareas y afluentes) e IU, que ha cambiado la hoz y el martillo por un corazón multicolor más que hortera. La desazón que provocó la deriva hacia ninguna parte del socialismo ‘zapateril’ (madre máxima de todo este caos) ha sido uno de los principales caldos de cultivo para vaciar al PSOE de casi todas sus respuestas, de los referentes históricos que lo hicieron esencial como motor de la transformación de España. Y es que mucho más allá de la corrupción andaluza –dos ex-presidentes y un innumerable catálogo de altos cargos encausados–, la pérdida de la identidad socialdemócrata y nacional ha sido la que ha convertido a esta formación en un partido alejado de cualquier posibilidad de gobernar y con la izquierda antisistema comiéndole escaños a una velocidad vertiginosa. Si se produce el llamado ‘sorpasso’, Pedro Sánchez dimitirá, y si logra menos escaños que en la anterior convocatoria, no le quedará más remedio que entornar la puerta e irse. El PSOE está en una encrucijada que coincide con un momento realmente extraordinario y complejo para la propia Democracia Española. No me puedo imaginar que desde la calle Ferraz se apoye un gobierno presidido por un oportunista como Pablo Iglesias. Ahora bien, tras entregar Madrid, Valencia y Zaragoza a Podemos cualquier cosa parece posible. Quizás Sánchez lo sepa y por eso ha colocado a su lado a Margarita Robles, que acaba de decir que a los de Podemos «no les dejaría ni las llaves de mi coche». # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja