OTEGUI Y LOS VERDUGOS
Desde que Zapatero dijo que Otegui era un hombre de paz comenzó un proceso imparable que tiene como malhadado fin la creación de un nuevo relato sobre la historia de ETA para convertir lo que es una banda terrorista miserable, criminal y mafiosa en una especie de batallón de patriotas conformado por hombres y mujeres jóvenes (militantes en el argot) que tomaron la decisión de empuñar las armas para liberar a todos y cada uno de los vascos del opresor yugo español. En este relato se iguala de forma inmisericorde a las víctimas con los verdugos, a los que ponían las bombas y descerrajaban su cargadores con los que morían en arcenes, cafeterías, esquinas, centros comerciales, plazas públicas, aparcamientos y ese infinito de escenarios donde los asesinos han descargado casi mil veces su odio más ancestral contra españoles de toda clase y condición. Aquí no hay vuelta de hoja, cualquier lectura distinta es dar alas a los terroristas y sus cómplices. Han matado, torturado y extorsionado para imponer sus ideas al resto. «Nosotros no somos antifranquistas, somos antiespañoles», acuñaron históricos de ETA como Juan José Etxabe o Federico Krutwig. ETA no ha liberado nada ni a nadie, y cuando el martes Otegui salió de la cárcel con todo el revuelo mediático y el eco de las mentiras exhaladas por Pablo Iglesias (tan cordial con toda esta chusma), tuve más claro que nunca que Otegui y todo lo que representa es el último reducto de la Dictadura que sobrevive en España. ETB y muchos medios ocultaron que este personaje estaba encerrado no por reconstruir Batasuna, sino por hacerlo siguiendo instrucciones de ETA. Los jueces le atribuyeron el delito de pertenencia a la organización terrorista y por mucho que hable de paz no tengo duda de que ni pedirá perdón ni ayudará a esclarecer los más de 300 crímenes que quedan sin resolver. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja