TOP PEP
Siempre me ha fascinado Pep, un tío más que guapo, más que listo, más que rico. Como futbolista del Barça y la Selección Española obtuvo un prestigio internacional impresionante gracias a su elegancia y calidad (no lo discuto porque no distingo el que lleva la manija del árbitro). Como entrenador es un tipo top (‘top míster’, ‘top model’, ‘top candidat’). Habla Guardiola y el mundo del periodismo, asombrado, escucha sus diatribas sobre los distintos modelos de fútbol que él ha propuesto y con los que ha ganado todo varias veces (especialmente cuando ha tenido a Messi en su bando, como bien me apunta mi hijo, que de esto del balompié chanela un montón). Pero el riquísimo Pep, bien escoltado por Catar, sus fundaciones y sus magnates del petróleo catarí, ahora es ‘candidat’ y forma parte de la lista de ‘Junts pel sí’, y habla, y habla y no para desde su torre de marfil bávara: «He hablado con Mas y le conozco, pero nunca lo he hecho ni con Junqueras ni con Fernández, no sé nada de ellos, pero me caen los tres de puta madre (sic). Voy con ellos porque los creo. Y punto». Y punt, Pep, profeta mediterráneo y rasurado de la independencia, creyente máximo y puro símbolo del pensamiento único, acrítico, exclusivo y religioso de la nación inventada como una táctica futbolera con el Barça como clave de bóveda de una propaganda adherida a los contrafuertes de TV3 y la corrupción. El independentismo de Pep es el mismo de la cabeza pelona y hueca de Romeva, el amigo de la BBC, el que decía que los cazas españoles sobrevolaban el Ampurdá para acojonar payeses. Dios qué tropa, qué pobre España con Mariano Rajoy escondido en la Moncloa y el ministro de Asuntos Exteriores debatiendo con Junqueras y traicionando una vez más a lo poco que queda del PP catalán. Menos mal que Pep mantiene la fe: «Lo que vendrá será mejor», ha dicho. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja