VERANO EN EL PALACETE
Tras la tormentosa primavera electoral ha llegado a La Rioja una especie de ola de reposo suave, de aterrizaje alfombrado de la actualidad con un presidente nuevo que se ha rodeado de un equipo técnico de baja intensidad política y de perfil básicamente gestor; un gobierno que no promete grandes emociones periodísticas ni declaraciones rimbombantes, un ejecutivo de ejecutivos con la salvedad de Conrado Escobar, un sorprendente guiño a las escasas voces internas del PP que a veces cuestionaban en círculos asombrosamente íntimos el poder omnímodo de Pedro Sanz. Ceniceros, además, creo que es un gran desconocido, tanto es así que en las quinielas sucesorias de Sanz que hacían los periodistas en sus quiméricas fabulaciones jamás aparecía como un delfín plausible del ex-presidente. Sin apenas ruido ha destronado de sus consejerías a los dos ministrillos más ‘sanzistas’ del anterior gabinete: Javier Erro y José Ignacio Nieto, que han pasado a mejor vida política sin que nadie les haya llorado ni una sola línea en ningún periódico. La jugada más extraña es la de Emilio del Río, fuera tanto del Palacete como del Parlamento. El animal político y mediático con más presencia del último gobierno parecía amortizado hasta que tras una jugada desconcertante de corrimientos de la lista electoral pasó de estar fuera de juego a concentrarse como liberado en un escenario que esta legislatura va a resultar esencial: el hemiciclo riojano, donde habrá que razonar cada paso ejecutivo con guantes de seda. Pedro Sanz sigue siendo presidente del partido y senador; y Emilio del Río se ha convertido uno de los pesos pesados del PP en el juego parlamentario. Quizás las cosas no hayan cambiado tanto, me pregunto. ¿O sí? Estamos en verano y el perfil del nuevo presidente es una gran incógnita para todos. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja