PEDRO SANZ SE MARCHA QUEDÁNDOSE
Pedro Sanz compareció en la ya histórica rueda de prensa de su despedida sin su sempiterna americana pero con una corbata roja y azul que parecía someter a su cuello a una presión exagerada. Sanz anunciaba su adiós en una especie de metáfora en la que se asomaban una pretendida ligereza de su equipaje y la máxima tensión que se vive en el interior de su partido, aparentemente abotargado por el liderazgo personalísimo al que él mismo lo ha sometido durante décadas, pero con diversas costuras a punto de reventar como demostró la incendiaria carta de Isasi y su «nido de víboras». Hay como una cierta sensación de orfandad en el ambiente popular oficialista. Ni se ha muerto Sanz ni se va a marchar aunque su tiempo terminara hace más de una legislatura. Sanz es una rareza, un superviviente de cuatro lustros en una estructura política que cuando llegó era apenas inexistente y que él ha moldeado a su imagen y semejanza. Todos los poderes fácticos de La Rioja le han ido bailando el agua para salvaguardar sus intereses y muchos de los más críticos ahora se han comportado como alfombras por donde él ha pisado. Sanz se va pero también lo echan las circunstancias, los nuevos tiempos y la certeza de que era necesario un cambio que él no quiso ver y que ninguno de los que le rodean se atrevió a reclamarle en público (y me temo que en privado). El otro día me comí un par de huevos fritos y unos tomates hidropónicos con él, y estaba ufano y exultante, con ese punto campechanamente humano que le adorna cuando quiere y que lo aleja de ser el macho alfa del presunto nido de Isasi. Sabe actuar como pocos y por eso se ha quedado con el as en la manga de la presidencia del partido y su acta de diputado. ¿Habrá alguien ahora capaz de decirle que se vaya del todo? # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja