PODEMOS O EL VIAJE A LA NADA

Estoy fascinado con Pablo Iglesias, de lejos el político que mejor ha entendido que la ruina generada por la crisis, la corrupción y la incapacidad de regeneración del bipartidismo tenía sólo un camino para expresarse: la televisión. Iglesias ha sido capaz de crear a su imagen y semejanza una fuerza política inclasificable (más bien leninista, ojo) que aglutina con enorme talento mediático la agonía de muchos jóvenes a los que el sistema de partidos no les ofrece una respuesta eficaz a sus demandas ni el futuro los acoge en su seno con posibilidades de encontrar un trabajo mínimamente digno. Su mensaje es la rebeldía (sí hay futuro-’yes we can’) ante un modelo que ha explosionado definitivamente, sin una alternativa creíble, sin respuestas que no vayan un paso más allá de la demagogia, pero que han calado en una sociedad enrocada en la realidad de cada tétrico telediario. Y la tele ha sido esencial porque Iglesias ha surgido como una gran predicador inteligente que va exactamente al grano de la nada: «Hay que hacer leyes laborales que protejan a los trabajadores y que conduzcan a un aumento de los salarios para poder consumir». (Y tal). Pero hay más: «El sector financiero no puede estar en manos de buitres que sólo quieren forrarse a costa de todo el mundo», dice desde Podemos, que es el nuevo populismo a la española de la Europa mediterránea (’Syriza’, en Grecia; ‘MoVimento 5 Stelle’, en Italia y Marine Le Pen, en Francia), novísimos movimientos (con diferencias entre ellos pero con muchos nexos en común) que cuentan con muchas posibilidades de ganar sus próximas elecciones. ¿Se imaginan? Espero que alguien reaccione porque el panorama es aterrador. Por cierto, ahí les dejo una frase de Pablo: «Me gustaría que mis amigos catalanes se quedaran con nosotros». ¡Dios mío! # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja