
No puedo imaginarme ni por lo más remoto lo que puede pasarle a una persona por la cabeza, como todas las noticias indican que ha hecho el joven logroñés Alejandro Ruiz Vida en Lérida, para asestar cinco puñaladas a otros tantos seres humanos por la razón tener la piel de un color diferente a la suya. Al parecer, el agresor ya tenía antecedentes por otro ataque con arma blanca a un joven colombiano en nuestra ciudad. Me pregunto cómo somos capaces de generar en el núcleo mismo de nuestra sociedad semejantes monstruos descerebrados, criminales tan desalmados que se creen con derecho a decidir sobre la vida de los demás, especialmente sobre la de los más débiles, con una navaja asesina y fría en sus manos. Algo radicalmente serio está fallando en nuestras estructuras educativas y familiares. No sé muy bien qué puede ser porque por lo visto el agresor es estudiante de Medicina, por lo que me perturban mucho más sus acciones al suponerle una buena formación intelectual, un entorno familiar normal y hasta unas pretensiones de ser algo el día de mañana. Es demasiado complejo para analizarlo en estas cuatro líneas periodísticas, pero creo que es casi imposible dar con las claves para que un joven de 21 años, con formación universitaria, se crea una especie de amo del mundo y arremeta con su navaja contra chinos, sudamericanos, argelinos o pakistaníes. Es alucinante y terrorífico porque da la sensación de que nadie está a salvo de sufrir ataques de este tipo o de que en el seno de nuestras familias o nuestro entorno más cercano aparezcan individuos tan peligrosos. No sé lo que sucede, pero da pavor. No entiendo nada pero me asombra cómo en pleno siglo XXI nuestra sociedad, a pesar de la cultura y de la generalizada comodidad, sigue generando de vez en cuando monstruos que nos avergüenzan de nuestra condición de seres humanos.
# Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja