SOMOS LO PEOR

Con la muerte súbita de Emilio Botín las redes sociales se llenaron de toda suerte de indignidades como suele ser habitual. Murió un rico y eso parece que da carta de naturaleza para los insultos más desaforados y para el manantial de las tropelías verbales y en la mayor parte de las veces, ágrafas. Estamos en un mundo de cobardes, de tipos que se creen con el derecho sacrosanto a insultar y que están por encima de cualquiera que no sea ellos, de cualquier verdad que no sea la suya. Desconozco casi todo de Emilio Botín, pero el hecho de ser banquero (y de éxito) parece que para esta gente es similar al máximo de los pecados capitales. Son la secta de pensadores (es un decir) de la sociedad actual, escondidos tras sus falsos perfiles y multiplicados hasta el infinito como una especie de secta medieval que se cree con el derecho de dictaminar quién es brujo y enviarlo a la hoguera de sus ‘tuits’. Creo en la importancia de las redes sociales y la capacidad que tienen para trasladar ideas, reflexiones y acontecimientos de tu dedo al mundo en apenas un segundo, pero lamento cada día más la forma en la que nuestra bilis es superior a la inteligencia. Resulta lamentable cómo la tecnología nos desnuda de cabo a rabo; no somos capaces de refrenarnos y de ahí que en esos castillos de papel donde se suman las ideas de muchos brillen mucho más las dentelladas de los sectarios, de los que carecen del más mínimo respeto, de los que se creen con derecho a todo. Y este desolador fenómeno sucede todos los días, pero en jornadas como la de ayer el asunto se multiplica hasta límites insospechados, hasta en los que las monjas con ‘tuiter’, como la famosa dominica Sor Lucía Caram, dejó una prueba más de su talento: «A Rey muerto, rey puesto. Hoy, con el cadáver caliente aun, se elegirá sucesor. Sin dudas, el capitalismo, no tiene entrañas ni sentimientos» (sic). # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.