LA TESIS, LA SEDE Y EL CHALÉ
Lo reconozco, estoy fascinado. No puedo parar de leer todo aquello que aparece en los papeles y hace referencia a la tesis doctoral de César Luena y al chalet de Pedro Sanz. Según Sanz parece que la tesis doctoral puede ser tal tesis pero con la presumible, posible, quizás probable y metafísicamente indemostrable consecuencia de que no fuera redactada por Luena. Diatriba de las diatribas, conjunción inexplicable e ignota de una autoría no revelada pero quizás asumida en una conversación improbable de café. Igual que el chalé, casa de aperos en el origen de los tiempos y que merced al desarrollismo industrial de la familia presidencial ahora se supone que cuenta con varias alcobas, un merendero, no sé si está dotado de piscina, me imagino que tendrá varios evacuatorios, alguna escalera, la cocinilla –claro– y seguramente un sistema de seguridad que incorporará su correspondiente bombín para introducir la llave. En esta torpeza mental mía, no me cuesta imaginar a Luena pidiéndole por favor a Sanz que le dejara la casita los miércoles por la tarde –es un suponer– para poder subir al alto con el portátil y encerrarse a la fresca a escribir (la tesis). Sanz y Luena, tan amigos, con sus corbatas. El uno con la tesis, el otro con el chalé. Uno se opone, el otro gobierna. «Miré usté», se dicen en el Parlamento. «Qué nos lleva a la ruina», susurra el uno mientras el otro ojea sus papeles (los planos de la casa o los esbozos de la tesis, ¡qué más da!, ¡qué sé yo!). Y así cada día, con la tesis y los planos. Uno a setas y el otro a Rolex, como dos políticos españoles cualquiera llenando los papeles de unas aventuras prodigiosas para solaz de una ciudadanía que mira ambos estupefacta. De un lado Bárcenas, el agujero de los ERE en la otra cara: la sede, la tesis, la casa, le acusa y le acosa. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja