SER ESPAÑOL TIENE MALA PRENSA
Tengo una mala sensación con muchas de las cosas que suceden en nuestro país; es decir, en España, una de las naciones más antiguas de Europa y a la que, sin ambages, la tenemos arrinconada casi siempre a no ser que haya un Mundial en juego y entonces sí, ¡yo soy español, español, español!, gritamos por las calles como poseídos por una especie de afán de desquite salvaje. Desde hace tiempo, no sé exactamente cuánto, ser español y decirlo tiene mala prensa. Los fervorines nacionalistas y declaradamente antiespañoles, tan instalados en sociedades como el País Vasco y Cataluña, precisamente por las propias instituciones del Estado, se han extendido como una mancha de aceite lampante por el resto del país acomplejando a una sociedad que permanece impávida ante los insultos y las mentiras constantes, ante los desafíos y ante la hipocresía. Se hacen terribles analogías: ser español es algo así como ser africano, tipos que vivimos en una siesta interminable y que sólo nos mueve el ‘panem et circenses’; súbditos que robamos a la periferia y que cómodamente nos instalamos en las ayudas que sonsacamos ladinamente a esas sociedades ejemplares que parece que, según sus políticos, sólo tengan una meta: irse de España. Sucede a cada paso. El otro día aluciné con el periodista culé que le espetó a Rafael Nadal, mallorquín y español, que cómo podía ser aficionado del Real Madrid siendo un incono del juego limpio. ¿Puede hacerse una pregunta más estúpida? ¿Qué comedura de coco tendrá en la cabeza el periodista del ‘ejercito desarmado de Cataluña’ –como calificó Vázquez Montalbán al Barça–para pensar y deponer semejante cosa? En realidad le estaba acusando de ser español: Y tú Nadal, siendo un crack, mallorquín y hablando catalán... ¿Por qué te sientes español pudiendo ser el gran icono de la Cataluña independiente y europea? Y tal. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja