TORRENTE FICHA A JESULÍN

España es una deformación grotesca de la civilización europea, le dijo Max Estrella a Don Latino de Hispalis en Luces de Bohemia. Aquella visión ‘noventayochesca’ del solar patrio siempre me había resultado incómoda por su grandilocuencia pero también real por la parte de verdad que encerraba en su descarnada entraña. Con el tiempo me he ido dando cuenta de que Europa (es decir, el resto del continente en el que no se habla Román Paladino) también tiene multitud de infiernos en su armario y que la civilización europea en ocasiones ha resultado peor que inmunda. Pero España es cañí, para bien o para mal, aquí somos capaces de hacer de lo más sublime un estrambote, transformar una emoción en un guiñapo, en lo peor de una marca, de la guasa blanca a la negra, porque del señorío a la mala follá hay un paso en este país donde un día nos deshacemos en alabanzas a no sé quien y al día siguiente lo ponemos rumbo al cadalso. Y digo todo esto porque me ha llegado al alma que Torrente se alíe con Jesulín de Ubrique, el torero de los ‘güevos’, aquel matador que se inventó el pase de la tortilla a la vez que enseñaba los calzoncillos a Mercedes Milá en ‘prime time’ y llenaba las plazas de hijas y madres que le tiraban manojos de bragas cuando daba la vuelta al ruedo o incluso antes, con el torillo aquel estrafalario que solía desafiar en Antena 3 un día y al día siguiente en Telecinco. Torrente es un mito en este país catódico y lleno de clichés devastadores para con la inteligencia. Pero Torrente es uno, los telespectadores somos millones y Santiago Segura un tipo inteligente que se aprovecha de nuestras bajas pasiones para montar un circo y hacerse de oro. El único consuelo que me queda es que Jesulín no va a hacer de torero, porque como decía el propio Valle, «la realidad es siempre más cruel que la mala retórica».  # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.