EL CURA DESAIRADO
José Antonio Iturri, un viejo maestro del periodismo que tuve en el desaparecido rotativo pamplonés ‘Navarra Hoy’, escribió un inolvidable artículo en el que aseguraba que un cura en Pamplona no era ninguna novedad. El otro día me vi sobresaltado por la inesperada carta parroquial del sacerdote Tomás Ramírez, en la que lanzaba dardos, venablos y cuchillos cachicuernos contra el presidente Pedro Sanz e, incluso, le invitaba a no aparecer por su iglesia de Arnedo. Se me pusieron los ojos como platos porque si la misiva parroquial del padre Ramírez no dejaba títere con cabeza, la respuesta del presidente prometía. Por una vez el mundillo político riojano se ponía divertido y hasta enternecedor. Un cura atacando a la máxima autoridad del Estado en La Rioja; algo parecido –salvando las distancias, eso sí– a lo que aconteció entre Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, y Enrique II de Inglaterra. «¿No habrá nadie capaz de librarme de este cura turbulento?», dicen las crónicas que espetó el rey. ¿Y Pedro Sanz qué ha dicho? Pues que no piensa «nombrar obispos» y que irá a la iglesia «como cristiano cuando lo crea conveniente». Francamente, esperaba más. No sé quién lleva razón ni me importa. No seré yo quién diga quién puede o no puede entrar en una iglesia porque no suelo frecuentar recintos sagrados con intención de orar. No sé si es lícito que un cura utilice una hoja parroquial para meterse en política ni que los políticos vayan a misa en fiestas. Sin van, que vayan; si escribe el cura, que escriba. En eso consiste la libertad, la de los curas y la de los políticos. Ahora bien, las rencillas personales no veo muy claro que se hayan de dirimir aireándolas en los papeles, sobre todo porque uno tiene feligreses y el otro votantes y en muchos casos quizás sean los mismos. Pero dicho esto, he de decir que sigan, que me troncho. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.