«NO TE FIES DE MOU, MEU AMIC»

Una vez escribí que la barba de Pep me parecía metafísica. Esa forma que tiene el de Santpedor de sobrevolar la banda, con sus manitas en los bolsillos de sus pantalones pitillo de mil euros a cada pata; con ese ritmo suyo tan sofisticado y mediterráneo de sus ruedas de prensa –entre Antonio Gramsci y Luis Llach, o entre Julia Otero y Ángels Barceló, según se mire– mientras cultivaba a lo lejos una especie de mística antimaterialista que se reencarnaba en la sublime perfección del que lo ha hecho todo por ganar pero al que la victoria le ha sonreído a través de un soplo divino directamente enviado por el Mossèn Jacinto Verdaguer desde Monserrat con el aliento de Messi. Me flipa este Pep impercetible, intocable, el Pep ‘amic’, defensor de su país ‘petit’, de su Bayern de Baviera y obviamente, de su barba perfecta, una barba milimétricamente desaliñada pero en la que no se adivinaba ni una mota de resentimiento. El tipo es tan colosalmente perfecto y guapo (él preferirá bello) que no parece ni humano. Sin embargo, ahora que Pep ha cambiado el Llobregat y el Besós por el río Isar y los millones de euros catalantes por los bávaros (tanto da), el gran entrenador que un día fue recogepelotas y emblema de la selección española (nadie la llamaba entonces La Roja) se ha convertido en una especie de fotocopia grotesca de Mourinho y le ha metido el dedo en el ojo a Tito Villanova clavándole un cuchillo cachicuerno a Rosell. A Pep no le sentó bien que su segundón se convirtiera en comandante ni en su ausencia. La ‘prima donna’ no tiene sucesor posible en su mismo banquillo y sólo había una opción que le contentara, la del portugués enfurecido. ¿Se lo imaginan sentado en el Camp Nou en la caseta local?. Entonces sí, Pep hubiera levitado y le hubiera aconsejado a Tito que no se convirtiera en el Karanka del Barça: «No te fíes de Mou, meu amic». # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.