EMILIO EL BUENO
Twitter se ha convertido en el gran patio (en ocasiones, trasero) global. La verdad es que es un fenómeno extraordinario porque todo el mundo habla y como en la vida misma, muy pocos son capaces de escuchar. Las conversaciones fluyen en mil sentidos, se entremezclan, se distorsionan, regresan, corren, vuelan, marcan un camino en ocasiones insospechado y se genera a través de ellas una especie de interactuación global absolutamente inabarcable. En ocasiones pienso que si los radares del SETI en vez apuntar a Ganímedes lo hicieran a esta red tendrían problemas para detectar vida inteligente en el fondo y en la forma de millones de sus mensajes. Por ejemplo, las faltas de ortografía que se leen tienen consideración de cataclismo sísmico. Es verdad que dicen que somos lo que comemos, por lo menos yo; pero en el fondo también conviene pensar que somos lo que escribimos. Y además, en esta macro red global y mundial aparece mucha gente que se esconde tras una caricatura o tras un nombre y acentuando su absoluta debilidad mental, se pasa el día insultando, despotricando y sojuzgando a los demás como si estuvieran subidos en un auténtico púlpito medieval, considerándose dueños y señores de la verdad y de la moral del resto de los humanos que pasean por su ‘time line’. Ayer alguien, no sé muy bien quién, cerró una cuenta riojana, la de Emilio El Bueno, una parodia del consejero Emilio del Río, desde la que además de mofarse del citado político con un estilo en ocasiones chabacano, se dedicó a escribir lindezas como que «algún día un torito dejará a Urdiales cojito y siempre podrá opositar a ser concejalito». No es más que una memez, reída y alabada por los mismos memos que en cuanto lean esta columna se pondrán como un solo hombre a lanzarme toda suerte de parabienes en mi perfil. Venid, que os espero. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja