PROPÓSITOS NAVIDEÑOS

Soy uno de esos tipos a los que les adornan los buenos propósitos. Y aunque no creo en los calendarios y ni mucho menos en los manuales de autoayuda, para este 2013 me he propuesto dos metas físicas, varias de comportamiento y alguna que otra de carácter espiritual. En lo físico quiero adelgazar; sé que estoy en el lugar y el momento menos adecuado, pero lo voy a intentar con todas mis hambres. Ah, también me he propuesto dejar de fumar y ya llevo la friolera de casi 24 horas sin llevarme un pitillo a la boca. (Un logro... ¿eh?). En cuanto al comportamiento, he pensado para este año moderar mi adicción a las redes sociales, en concreto a twitter: no pienso llevarme el teléfono a toda esa suerte de lugares insospechados (ustedes ya me entienden) en los que me encierro con mis ‘followers’ a discernir cómo está el panorama y el mal arreglo que tiene el universo mundo. Pero las que más me preocupan son mis ventanas al alma, lo que me reconcome es mi incapacidad para volver creer, para recuperar la fe, para ponerme en el lugar del otro -de cualquier otro- y caminar por el sendero de la inteligencia proverbial de nuestros prohombres intelectuales: desde Rajoy a Pedro Sanz, desde Rubalcaba a César Luena. Me temo que he perdido cualquier ideal, el desmoronamiento general de valores es tan brutal que navego entre las imprecisiones y el relativismo con la misma seguridad con la que lo hacía el díscolo capitán del Costa Concordia entre los atolones del Mediterráneo. Acaba la Navidad, a punto están los Reyes Magos de traerme mi merecido carbón, pero estoy seguro de que el año que viene, hecho una sílfide, seguiré con el twitter echando pestes por la pluma de estos señores de gobierno, sean azules o coloraos. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.