RAJOY, COMO EL CONDE ARNALDOS

Yo, que tiene mala prensa –tal y como dejó escrito el inolvidable Joaquín Vidal– estaba convencido de que nos iban a rescatar. Era una cuestión imprecisa pero real, no se sabía muy bien en qué iba a consistir el salvamento financiero pero el hecho se daba tan seguro como necesario. Apenas recuerdo otras certidumbres en la prensa que la inevitabilidad de nuestro rescate. Pero mira por dónde, ayer salió Rajoy y ¡zas!, Mariano ha llegado a ese punto de seguridad inamovible en el que no es necesario que venga ni el Banco Europeo ni el Mundial a sacarnos de este singular atolladero fiscal, económico e inmobiliario que nos retuerce cada día con el estrangulamiento de esta catástrofe: «Hemos decidido no pedir el rescate pero eso no significa que no lo pidamos». ¡Grande! Rajoy cada vez me recuerda más al romance de Conde Arnaldos: «Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va». Es decir, los secretos del consejo de Ministros sólo están al alcance de algunos ministros y de ciertos asesores áulicos que le susurran sus verdades al oído: «La mar ponía en calma, los vientos hace amainar». Y nosotros, es decir todos los demás, incluido Gallardón el de las tasas, Aznar y sus memorias desmemoriadas, Mas y sus asuntillos entre helvéticos y porcentuales, Urkullu –«humilde», que no humillado, «ante Dios y la sociedad vasca»–, Sanz confiado en lo del AVE o Rubalcaba, escondido como esconde un ave su cabeza entre los cañaverales, asistimos atónitos, como Don Arnaldos, a la venida de una galera que a la costa quería llegar: «Las velas traía de seda, la jarcia de oro torzal». Y allí Mariano, aferrado a su incapacidad de comunicar nada, de explicar menos y de subir cada día más los impuestos, repite aquello de «yo no digo esta canción sino a quien conmigo va». # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja