LA MOMIA OBNUBILADA
He aquí la cara de la momia del general Juan Prim, con sus ojos masones de cristal abiertos como quien ha visto ya al Gran Hacedor. El rostro escuchimizado, reseco, tieso como la mojama, pero como recóndito y obnubilado ante los acontecimientos patrios, ante la disgregación de los caudales de los líderes de la probable Cataluña entre independiente y estelada por ciertos bancos helvéticos do moran los porcentajes impíos de aquella corrupción que le cantó a Maragall a Pujol y de la que nunca más se supo. Juan Prim no fue un espadón al uso del XIX, fue un general catalán y de Reus que quiso una España más próspera y al que asesinaron los sicarios de Serrano (el general bonito, el preferido sexualmente por la reina Isabel) primero con varios balazos entre la espalda y el brazo y después, en su casa, estrujándole el gaznate tipo garrote vil a domicilio. Ahora, los investigadores del Departamento de Criminología de la Universidad Camilo José Cela han desvelado que el magnicidio tuvo dos fases, los disparos de la calle del Turco, y el estrangulamiento posterior en su casa. Y la momia parece que habla, que se queda como ojiplática ante esta España desmoronada merced a la insolvencia moral de una clase política anémica que se debate entre la taquicardia y el pasmo. A Botella le estalla el Madrid de Gallardón en la cara y Rajoy duerme tranquilamente en la Moncloa ese letargo que el palacete presidencial imprime a sus inquilinos. Rajoy, el desaparecido, calla; de Rubalcaba hace tiempo que no se tienen noticias y el domingo Cataluña (la de las infinitas televisiones autonómicas) dibujará el Parlament más independentista de la historia. No hay vuelta atrás, ni Prim ni su momia se merecen tan oscuro panorama. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.