DEBATES DE PACOTILLA

A veces tengo la sensación de vivir en un país de locos, en un país que parece dirigido por sus peores enemigos. Por ejemplo, llega un ministro al Congreso y dice «el interés del Gobierno es españolizar a los alumnos de Cataluña con el fin de que se sientan tan orgullosos de ser españoles como catalanes». A continuación, sin apenas tiempo, aparece la consejera de Enseñanza de la Generalitat, Irene Rigau, y nos sobresalta con que la idea de Wert –el ministro españolizador de Cataluña–, es «preconstitucional». España en sí es preconstitucional para el Gobierno de Cataluña y Wert a lo mejor se deja aconsejar y lanza una andana con el Instituto Cervantes para llevar el español a Cataluña, porque la señora Rigau asegura que el gobierno opresor de ‘Madrit’ sólo «quiere circunscribir la historia a Don Pelayo y el Mío Cid». Lo que les digo, de locos. España camina a su desintegración social y sale Rajoy (sin puro) desde París y suelta un «quiero que todo el mundo esté orgulloso de ser catalán y español». Pues mire, no. Que cada uno se sienta de donde le dé la gana y pueda a sabiendas de que con toda esta suerte de debates interesados lo que se pone en peligro es la convivencia, pilar esencial para construir el futuro en un momento que todo parece hundirse en el lodo de la crisis. El nacionalismo catalán ha utilizado el idioma como medio y forma de catecismo antiespañol para crear el imaginario de su nueva patria mientras los gobiernos miraban hacia otro lado durante décadas. Ahora todo parece estallar, pero Cataluña (filológicamente, tierra de Castillos como la Castilla del Mío Cid) es mucho más que Mas, que una bandera gigante en un campo de fútbol y que todas estas chucherías historicistas de políticos ávidos de gloria (y perras). # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.