LA ESTÉTICA DEL CAPULLO

Que un calvorota como yo –acérrimo madridista y confeso anticulé– se rinda a los efluvios de otro calvo como Guardiola no tiene más mérito que el reconocimento a su enorme maestría, demostrada mucho más allá del grupo de corifeos que lo exaltan hasta la náusea y muy por encima del ridículo mensaje ‘mourinhista’ –tan habitual en nuestros políticos– de que alabar al rival sea desprestigiar a tu propio equipo. Hay un Guardiola sublime que suele aparecer cuando le vienen mal dadas, un Pep que lejos de avasallar o envilecerse en la derrota, renace como un verdadero motivador de jugadores, hinchas y para muchos, patrias. Sin embargo, no soporto al Guardiola retórico y avaldanado de las ruedas de prensa con esos periodistas habituales que asisten a sus conferencias como si estuvieran escuchando al oráculo de Delfos deponer sobre la filosofía del deporte. Pep es sinónimo de Dios, o algo así. Y apenas le preguntan, le dejan hablar horas y horas para no decir casi nada a sabienas de que luego llega un tal Messi para poner los puntos sobre las íes. Guardiola es un líder incontestable y ahora que se ha marchado –el tipo se sentía vacío tras tantas victorias– nos vamos a quedar sólo uncidos al ese maquiavelo maqui portugués al que sólo se me ocurre comparar por lo pagado que está de sí mismo con Baltasar Garzón. Mourinho es la estética del capullo; Guardiola, la de la rosa. Sin embargo, Pep es grande en la derrota y Mourinho sólo tiene el camino de la victoria para no caer en el más espantoso de los ridículos. No sé ni papa de fútbol, pero son dos modelos sociales: uno habla y no dice casi nada y el otro no para de decir idioteces. Eso sí, ambos son ricos, riquísimos. # Publicado en Diario La Rioja