TODO ES MENTIRA

Todo es una mentira profunda, una mascarada, un ritual predecible, la falsa moneda como moneda de cambio desvergonzada y real. Hoy era sí pero no. No ayer, mañana tampoco. Sí es sí pero no si es no. Donde dije Diego dije Diego pero quería decir Ramón (lo que sucede es que no estábamos lo suficientemente atentos). La coherencia se ha convertido en un anhelo imposible, en un ademán invertebrado que se escurre por las gargantas salitrosas en las que anidan los huevos de la mentira como un ácido corrosivo de la inteligencia. Los palacios se han convertido en buhardillas, los bufones en líricos conformistas, los jueces en fiscales, los prelados en ratas miserables que husmean el hedor de las alcantarillas y se les hacen los dedos huéspedes antes de rumiar las cuentas del vecino. La rutina del poder genera un empacho mortal de ansiedad, la caricia de la moqueta se instala en el cerebro antes de llegar a la cartera. Se asoman al balcón del futuro asidos a una barandilla de oro. Todo aquello para desembocar en esto, aquel galope furioso convertido al fin en un triste rescoldo en un tribunal por un despido lastimero. ¿Han ido a comprarse un traje o lo tenían alquilado desde hace más de un año? No sonrían. Es mejor llorar. Ellos sí baten sus dientes en retirada del rictus porque provocan el llanto atribulado de las gaviotas que no los quisieron ver. No escatimen con sus esfuerzos, derróchenlos, derramen la leche y bébanse los vinos antes de que los escancien por la cara sus vecinos ricos ahora igualmente ricos pero atribulados y yacentes. Encima de la mesa un libro, un reloj y la foto de una chica que creo que era la hija del hombre que ya no tenía amantes. No me llamen loco, asómense a las noticias y después nos jugamos un jamón