(Crónica estupefacta del concierto de ayer en Riojafórum)
He pasado una mala noche tras el concierto de ayer de Paco Ibáñez en Riojafórum. He soñado con Malva Marina, la hija de Pablo Neruda que nació con hidrocefalia y a la que el eximio poeta dejó abandonada en un hospital de Madrid. La llamaba 'vampiresa de tres kilos' y Neruda llegó a decir de su hijita que era un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma. No lo contó Paco Ibáñez a la rendida concurrencia, sólo relató su encuentro con el rapsoda chileno en París y cómo le espetó en un ascensor que había nacido para cantar sus versos. Imitó el acento del poeta de los naufragios: 'Abandonado como los muelles en el alba / Es la hora de partir, ¡oh abandonado!', bellísima canción de un desalmado, pero bella al fin y al cabo. Paco Ibáñez se quedó congelado en el Olympia de París en el 68 y ahí sigue. Un abuelito entrañable con un hilillo de voz en la garganta y con un corazón de hielo. Porque hay que tener frío como el mármol el centro del alma para cantar los dones de Ernesto Che Guevara para con la humanidad. ¡Soldadito boliviano! me sonó a tragedia y a muerte. El Che era un asesino sin escrúpulos, una máquina infernal de matar (*)
Pues bien, lo más acojonante de todo fue la cerradísima ovación que el numeroso público logroñés dispensó al genocida comunista nacido en Rosario (Argentina) en 1928. Me sonrojé profundamente. Aunque claro, la propaganda izquierdista ha hecho tanto por hacer del Che una especie de nuevo Cristo como la industria capitalista, que lo ha convertido en un puro eslogan tan vacío de contenido como el lema de la Coca-Cola. ¡La chispa de la vida! ¡Patria o muerte!
En el rigor de esta noche mala que he vivido se me ha llegado a aparecer el Che Guevara con un pañuelo palestino montado en el burro con el que Paco Ibáñez de pequeño iba desde el caserío de Tolosa al Molino de Alkiza, que fue lo más bonito que cantó el viejo cantautor, que dijo que Cataluña era una nación civilizada -¡Faltaría más!- y que Iceta (¡Sí Iceta!) lleva razón porque España es una nación de naciones porque se hablan cuatro lenguas. Obviamente al anciano Paco Ibáñez se le olvidó contar y cantar que en muchos lugares de esta España llena de naciones no te dejan estudiar en español y te niegan el derecho a la diferencia que ha de conjugarse ineludiblemente en una nación libre de naciones emancipadas.
La canción que más me emocionó de toda la actuación la cantó en Euskera:
Zure Tristura, obra de Xabier Lete e Imanol.
Maitasuna maitasuna
romantikoen uharte,
penak desegingo zaitu
odola izoztu arte.
La bordó Paco Ibáñez. Pero claro, se le olvidó contar, entre las muchas historias de agravios que fue desgranando durante el revolucionario concierto, la historia de Imanol, el cantautor que hubo de exiliarse de Euskadi cuando la banda terrorista ETA decretó su muerte civil tras participar en un concierto de homenaje a Dolores González Katarain, 'Yoyes', asesinada por sus propios compañeros cuando se dio cuenta de la espiral de odio que había generado ella y su cohorte de salvajes. En el año 2000, Imanol se tuvo que ir de Euskadi asfixiado por el "ambiente irrespirable". Murió Imanol en Orihuela (su pueblo y el mío) cuatro años después de un derrame cerebral.
No dijo nada Paco de todo esto. A pesar de que los americanos "han llenado de mierda la cultura española y la francesa". Los americanos son muy malos para Paco Ibáñez, los Israelitas, los Bancos, el dinero, el comercio, las armas, Franco, los curas (no sé si se refería a los de Monserrat, a los que fundaron ETA y no daban la extremaunción a los guardias civiles o a Leonardo Boff, los de la Teología de la Liberación o el Padre Ángel). No lo sé...
Así fue pasando el concierto. Palabras para Julia me reconcilió un segundo con el viejo demagogo vestido de negro que cobró a más de 30 euros cada localidad. Cosa que parece bien, pero que no venga con monsergas de lo malo que es el dinero y la avaricia del hombre. ¡Coño Paco!, a estas alturas, con esas soplapolleces.
Me metí a la cama y soñé que me asaltaban americanos y me robaban los libros de Ezra Pound, los discos de Bod Dylan y hasta mis incunables de Tom Waits.
Se me volvió a aparecer el Ché Guevara con un pañuelo palestino, con Paco Ibáñez montado en el burro de su tío y la terrible y desoladora ovación que el público logroñés dispensó a la memoria del Che Guevara. ¡Patria o Muerte!
(*) Recomiendo la lectura de este artículo publicado en El País en 2005
https://elpais.com/diario/2005/07/31/domingo/1122781958_850215.html