
Tiene Raquel Romero un difuso aire a estudiante de Oxford, a empollona simpática, a lectora de Isabel Allende y amiga de las sesiones de cine de los domingos por la tarde. Pero es un enigma y la sorpresa más conmovedora de la política riojana de los últimos tres siglos. Nadie la conoce, ni sus más íntimos valedores, ni los que se han fotografiado con ella en las catacumbas de las negociaciones con el equipo de Concha Andreu. Ha negado dos veces al socialismo riojano y su rebote mediático lejos de consumirla la ha hecho más fuerte, como dicen los cursis, la ha empoderado. Parlamentaba con Andreu y al mismo tiempo publicaba entrevistas en medios nacionales ratificando su argumentario. El núcleo del PSR cometió dos errores garrafales: negociar sólo con IU y proponer después un trágala a Unidas Podemos. Henar Moreno había roto con Raquel mucho antes y conocía cómo se las gasta la cúpula podemita riojana con la disidencia corpórea y extracorpórea. El pacto de Concha y Henar nació condenado a la frustración por las expectativas generadas y la incertidumbre les corroía con la decisión última de Raquel. En el fondo pensaron que no se iba a atrever a ponerse frente a la corriente descomunal del cambio y que daría su brazo a torcer. He aquí el segundo error de Andreu y su cohorte estratégica. En política no se puede dar nada por seguro. Dos votaciones de investidura perdidas en el Parlamento ponen en cuestión, sin haber nacido, la capacidad de liderazgo y negociación del futuro gobierno regional, si es que durante este mes de agosto consiguen llegar a algún acuerdo a cambio de consejerías o se ordena desde Madrid el sí al pacto. ¿Se imaginan entones que Hernar Moreno le diera por exigir a Concha Andreu sus propias consejerías?
o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja