NUEVAS CONSPIRACIONES
Debajo de las multiplicaciones de las sumas electorales siempre hay unas gotitas laicas de sangre de pato, que escribió Lorca ante el espanto de la megaurbe neoyorquina en su viaje final a la ciudad más cosmopolita. Aquel enjambre automático de Julio Camba. La sangre ya ha llegado al río y el Ebro apenas se ha emborrachado con las lágrimas de los que están a punto de irse o se han ido ya en su silencio roto de conversaciones y urnas. Nuevos tiempos para la lírica. El paisaje se llenará de nombres distintos y también comenzarán las conspiraciones. ¿Qué sería del periodismo sin las venganzas, los ajustes de cuentas y los nuevos proyectos con rostro humano? ¡Ah!, la política tiene tras de sí la rítmica del universo, que es una forma sucinta de definir el rodar de las estaciones y el desmembramiento de los cuerpos (electorales). Todo el mundo tiene que emprender su travesía del desierto. Y en la arena amarilla nos sobrecogen las alucinaciones, desde el sermón de la montaña hasta la triste sequedad de las bocas insaciables. Y habrá nuevos faraones, con sus cohortes de siervos que se reflejarán en los espejos donde llevaban reflejándose los anteriores noctámbulos del aparato. Las gotitas de sangre se embadurnan también en el llanto de la nueva política, que en nuestra querida tierra apenas ha sido como un granito de pus líquido y esquelético con asombrosas señorías de indeterminado vuelo casi siempre por la rasante. Poco más que decir para comprender que ha cambiado el turno. Han regresado los viejos cesantes de Ramón Mesonero Romanos, aquellos hombres públicos reducidos a una especie de muerte civil por un vaivén político o por aquella ley de la física que no permite a dos cuerpos ocupar simultáneamente el mismo espacio.