EL CONGRESO DE LAS VERGÜENZAS
Dolores Ibárruri ‘La Pasionaria’ y el poeta Rafael Alberti, símbolos de la España perdedora de la Guerra Civil, llegaron al Congreso de los Diputados el 13 de julio de 1977 para formar parte de la Mesa de Edad que presidió provisionalmente aquella Cámara en la que se reencontraba España con la Democracia y en la que, por fin, tenían sitio todos los españoles. Existe una foto inolvidable de Marisa Flórez de ambos descendiendo por las escaleras del hemiciclo. Rafael iba detrás, con una corbata florida, y cogía con su mano derecha el brazo a una ‘Pasionaria’ enlutada y seria, digna y adusta; un símbolo del Comunismo internacional, que aunque siempre estuvo muy cerca de las tesis de Moscú, tuvo el valor de condenar los tanques del Pacto de Varsovia que aplastaron la Primavera de Praga. Rafael hasta había escrito un ‘Redoble lento por la muerte de Stalin’. En aquel congreso había falangistas, comunistas, socialistas, nacionalistas, conservadores... Todas las Españas reunidas en la reconciliación y su imagen fue un símbolo de esperanza y libertad. El pasado martes el Congreso de los Diputados, aquella misma cámara, fue profundamente violada por una especie de turba de señorías lanzando toda suerte de absurdas, demagógicas y rocambolescas diatribas con las que fueron dilapidando con lodo los recuerdos y la huella de tantos políticos de toda condición que pusieron las bases de una convivencia sagrada tras una Guerra Civil y una dictadura de cuarenta años. Como ciudadano sentí una profunda repugnancia ante el espectáculo, una sensación de indefensión por parte de la Presidencia de la Cámara y melancolía ante la incertidumbre que tiene España por delante. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja