HUELE MUCHO A PORROS (EN LOGROÑO)

Cada vez huele más a marihuana en Logroño. A veces cuando paseo cerca de un instituto a la hora del recreo el aroma que emana de los grupos de estudiantes es asqueroso. El otro día caminaba detrás de unas chicas (no más allá de 17 o 18 años la más talludita) y hasta les espeté que me estaba ‘colocando’ con el humo de su canutos. La droga mata, les dije, anula la conciencia y el sentido crítico ante la vida y te relega el alma a una especie de descrédito con uno mismo que te hacer ser sencillamente insoportable y fútil. He comentado con muchos amigos el fenómeno de los porros en la ciudad y más o menos casi todo el mundo tiene la misma percepción que yo he sentido en mis fosas nasales y que me llama la atención no porque me esté haciendo viejo y pesaroso, que también; sino porque de joven fumé muchos canutos y recuerdo algún que otro amigo vencido por las drogas, destrozado por ellas y finalmente enterrado por sus efluvios. He visto decadencias dolorosamente largas, caídas y recaídas hasta la misma muerte y por eso no soporto esta especie de conquista de los canutos sobre chavales que tienen la edad de mis hijos y que sin darse cuenta se entierran cada día en un precipicio monstruoso y horrible. Cuando yo era joven (hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo) podíamos fumar porros libremente en los conciertos de Jazz del Festival de Vitoria y apodar al coche del colega que nos llevaba el ‘Alcohol Milenario’. Éramos tan inconscientes como en potencia suicidas. Miro hacia atrás, reviso esos treinta años que sin duda han pasado y me echo a temblar. ¿Cuántos se habrán quedado por el camino? Parece guay fumar porros pero es una forma asquerosa de arruinarse la vida. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja