Últimamente no veo más que fachas. Por lo general solía contemplar uno y decían que era yo; pero ahora, tras el doloroso mitin de Vox en Vista Alegre parece que se hayan multiplicado y que los nuevos fachas fascistas voxistas constituyan el mayor peligro para nuestra democracia desde Tejero, que por cierto acaba de resucitar brindando con vino por la unidad de España. Los de Vox, como otros muchos que ahora pueblan Ciudadanos, estaban todos en el PP, no les distinguía casi nadie (ellos solos y a días) y se repartían despachos y despachillos sin mayor problema. Los fachas, al igual que el resto, también anhelan su sustento. Y el PP era la casa común de la derecha, de la derechona y hasta de la socialdemocracia inane que comparte con el PSOE la idea básica de no hacer nada más allá de estar en las instituciones y vivir de ellas. El facha de Vox alienta los resquemores cuando habla de inmigración o del aborto, donde afloran sus patitas populistas y ‘lepenianas’ para estupor del facha clásico, del fascista de libro que se siente vituperado cuando le dicen que Abascal es lo mismo que Ramiro Ledesma y que Vox es la nueva Falange. Hay columinstas que piensan que Franco es hijo de Isabel la Católica y José Antonio Primo de Rivera y callan cuando los otros fachas de hoy en día siguen en las instituciones hablando de razas, manseando ante el terrorismo, o recibiendo con fanfarrias a los etarras cuando salen de la cárcel mientras las victimas apuran su desaliento en silencio. Los fachas que yo conocí los sigo viendo claramente donde han estado siempre y muchos de ellos votan en los Parlamentos, ponen gobiernos y uno es el presidente de Cataluña. Facha, supremacista e ido. ¿Quién lo supera?