LA TORMENTA DEL MIÉRCOLES
Estoy a punto de conocer a la mujer que se acuesta con mi marido, ha escrito Carmen Rigalt. Yo lo leía mientras la tormenta del miércoles ponía patas arriba el orden pulcro y sensato de mi terraza, donde reinan las plantas de mi mujer, sus gladiolos y unas florecillas minúsculas y heterodoxas que tienen forma de alas de mariposa y que son extremadamente sensibles al calor, a la pereza y a la rutina, como yo. Después, mientras acicalaba con esfuerzo la terraza, una vecina se afanaba en deshollinar una barandilla rojiza y esclava de lo impoluto. Por un instante sentí que el tiempo se había esfumado, como el marido de Carmen Rigalt de su propia cama, como mis pensamientos cuando limpio los espacios donde habito mientras escucho en la radio a Federico Jiménez Losantos en el podcast y a Pepa Bueno en vivo y en directo. No sé quién es el marido de Carmen Rigalt y ni mucho menos la mujer que se acuesta con él. Tampoco sé por qué las florecillas de mi terraza son minúsculas y heterodoxas, ni las razones últimas por las que mi transistor de tan usado confunde las voces de Federico y Pepa. Cuando la escucho a ella pienso en la mujer que se acuesta con el marido de Carmen Rigalt y cuando lo escucho a él mi cabeza se pone estupenda y se me aparece Carmen Rigalt y la tormenta que se tuvo que desencadenar en casa con su marido. También desconozco si tienen terraza y cómo se habrá quedado tras tanto acontecimiento subversivo. Tampoco sé muy bien qué habrá sido de mi vecina; si algún día estará plenamente satisfecha de cómo le ha quedado la barandilla de tanto frotarla y si el calor del verano acabará asesinando las minúsculas florecillas de mi mujer que tienen forma de alas de mariposa. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja