EL PNV Y EL CHA-CHA-CHÁ
El PNV es grandioso. Capaz de situarse en el alambre, en el fiel exacto de la balanza y de todos los abismos intelectuales para sentarse el mismo día con el PP, cerrar los presupuestos generales del Estado, y a la vez (no al día siguiente, sino en el mismo instante) acordar con Bildu el estatus soberanista de la nueva nación vasca. Dicen Urkulllu y el resto de jelkides que el Pueblo Vasco es una nación «porque así lo reconoce e identifica una mayoría de su ciudadanía». Es decir, su mayoría, la mayoría de siempre y original que ha dado carta de naturaleza a un ente que denominan ‘Euskal Herria’ y que es un pueblo con «identidad propia en el conjunto de los pueblos de Europa». Mariano, mientras tanto, afloja la pasta. Obviamente, en el texto consensuado por el PNV y los herederos políticos de ETA no aparece ni una sola vez la palabra España, a la que subliminalmente se la cita como un tumor que separa a la precitada ‘Euskal Herria’ del resto de los pueblos soberanos del viejo continente. Somos el Estado. Es decir, el mismo alcanfor de siempre al que se reviste de tolerancia, igualdad, solidaridad y feminismo. Los vascos y las vascas de Ibarretxe como excusa para exponer que su única lengua propia es el euskera y un místico sentido «altamente compartido de pertenencia a una misma comunidad política, a una misma nación depositaria de una tradición y un derecho a gobernarse por sí misma». El mito original de Aitor y Amaya, vuelto a sufragar desde el Congreso de los Diputados por la absoluta incapacidad del resto de las fuerzas políticas para llegar a un acuerdo sin volver a pasar por enésima vez por el chantaje de Sabin Etxea. Y la culpa no es de Urkullu, ni del PP, ni del PSOE, qué va; la culpa, como todo el mundo sabe es del cha-cha-chá. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja