HAGAMOS RIOJA QUE HAY MUCHO POR HACER

Lo que más me emociona del vino de Rioja es su increíble diversidad. El martes aluciné con una maturana de Cordovín (bodegas Florentino Martínez) envejecida en madera de roble riojano. Me dieron a probar dos muestras del mismo vino con dos robles diferentes, el de aquí y un francés. Me supo a Rioja la fermentada en roble galo, la primera era extraordinariamente licorosa y profunda. Si me la ofrecen en cualquier otro sitio jamás hubiera dicho que es Cordovín. La sensación que tengo es que se está elaborando una nueva memoria del Rioja; el paradigma clásico está trasmutando en buena parte. No hay tres Riojas; hay mil. Las que ya sabemos, las que están apareciendo y las que vienen gracias a la búsqueda que se está desarrollando en infinidad de bodegas en toda la DOCa. Meter mil vinos en tres cubas me parece un disparate. Rioja es mucho más hermosa y compleja que lo que nos pueden explicar tres subzonas por sí mismas y a secas. Las tres son depositarias de un mismo tesoro. Ahondar en la singularidad de cada una debe ser enriquecedor para las tres por igual, porque más allá de apellidos está el nombre por el que se nos conoce y queda un trabajo de chinos por hacer, por construir el edificio gigantesco de una región que contiene muchas almas, muchos déficits y e infinidad de cosas por mejorar. La clave pasa, como siempre, por la lealtad a la tierra, por ahondar en las mejores prácticas tanto en la viticultura como en la enología. La diversidad no puede significar segregación. Hay un paisaje, una historia y un sector en juego. Me da lo mismo que se llame Rioja oriental o baja, alavesa o alta. Se trata de Rioja. No creo que en Massachusetts, por decir un sitio, decidan comprar un vino por si es de Fuenmayor, Alfaro o Laguardia. Hagamos Rioja entre todos porque hay mucho por hacer. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja