CUCA

Había un silencio entreverado de silencio en la mirada de Cuca el sábado en Riojafórum. Un silencio de sueños rotos y de esperanzas desvanecidas, depositadas en una agónica carrera que ha durado unas semanas y que simbólicamente comenzó en Santa Coloma, exactamente donde imagino que debía de haber acabado. A Cuca le han escamoteado el tiempo precisamente alguno de esos a los que ya se les había agotado el tic-tac de sus relojes; el tiempo no tiene compasión ni con el propio tiempo y la paradoja de la alcaldesa era que venía vestida con avíos de futuro pero a hombros de costaleros del ayer. Ha habido en estas semanas una guerra de trincheras soterradas, de teléfonos que escupían reproches con acentos; una especie de tierra quemada donde las lealtades más hondas se han resquebrajado con estrépito. La mirada emocionante de Cuca es la más frágil e inteligente, la suya propia, sin consejeros ni estrategias de corrillos ni intereses, de despachos que vuelan entre los que dicen ser y no son y los que aunque quieran serlo jamás van a llegar a ser. Cuca no es de marfil, ni de hielo y menos en una derrota que no ha sido suya aunque sea su candidatura la que sucumbió por el poder de las papeletas que dictaron su sentencia contra el tiempo que la llevaba en su costado. Estos días de batalla Cuca sí parecía como de hielo, gélida, intérprete de un papel, gestora de una estrategia. Y al final llegó el desconsuelo, ese aire de vacío que proporcionan las derrotas. Confío en su inteligente valentía, en su determinación porque es uno de los activos más valiosos de la derecha riojana. Ésa que durante tanto tiempo ha conspirado contra sí misma sin cuartel. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja