PATRIA
Es una enfermedad, un mal que destroza el cerebro y seca el corazón. Late lo justo para vivir, lo necesario para bombear la sangre y que los órganos no se hielen de la misma forma que se congela todo alrededor. Estoy leyendo compulsivamente la novela ‘Patria’, de Fernando Aramburu, un sobrecogedor relato en torno al fanatismo nacionalista y el terrorismo de ETA y la forma en la que la metástasis del fascismo y la violencia política se introdujo en la sociedad del País Vasco destruyendo familias, personas y toda suerte de relaciones sociales en pos de una especie de ideal que nadie conocía a ciencia cierta pero que funcionaba singularmente como una coartada para admitir la muerte de un vecino o de un amigo, o para destruir socialmente a cualquiera que fuera acusado de colaboracionista policial o, sencillamente, de ‘español’. La novela tiene su punto de partida en San Sebastián, precisamente el día que la banda terrorista anuncia el abandono de las armas –el fin de ‘la lucha armada’ en términos patrióticos– cuando la viuda de un empresario guipuzcoano asesinado acude al cementerio de Polloe a contarle a su marido muerto que ha decido regresar a la casa donde vivieron y al pueblo al que le hicieron la vida imposible con pintadas por las calles y el vacío más absoluto en los bares o en la escalera vecinal. El relato tiene una agilidad literaria inconmensurable, describe con precisión barojiana el aroma de las casas y el hedor de las ‘herriko tabernas’, del maniqueísmo y de la indigencia intelectual de pretendidas ideas revolucionarias. Es un estudio sobre el fascismo y sus derivadas mortales, un soberbio relato sobre el odio y la cobardía; una mirada sobre un tiempo (del que queda mucho todavía)_en el que la aceptación de la muerte y de la violencia sin cuestionarse nada te convertía en un ejemplo de conducta social. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja