YO, MI, ME, CONMIGO

Pablo Iglesias tiene un problema muy serio con Pablo Iglesias. Yo, mi, me, conmigo; siempre él, constantemente rodeado de una cohorte de aduladores chiripitifláuticos o estrafalarios que ríen sus gracias o desgracias con las que quiere no sólo convertir el hemiciclo en el de club de la comedia, sino enjalbegar la enorme falacia que ha demostrado ser desde que apareció fulgurantemente en la vida pública española con un partido que como logotipo tenía su carita. Algo así como el PNV, que transformó su bandera, su himno y hasta su policía política en los símbolos de su propio país. Iglesias cometió un error histórico cuando tuvo la posibilidad de formar gobierno con el PSOE; pero lejos de buscar el diálogo y el consenso con el partido (ya muy roto) de Sánchez y Luena, se pasó de frenada y exigió para sí la vicepresidencia y no se sabe cuántas regalías más. Su torpeza nos llevó a las segundas elecciones y, obviamente, a su fracaso electoral y al desastre de una izquierda que él no puede, ni debe, ni sabe capitanear más allá de las palabras huecas, de los eslóganes y de sus absurdas gracietas de delegado de clase en la cafetería de la ‘facu’. El gran drama de la izquierda española es que se ha dejado secuestrar por sus ínfulas: primero se tragó a IU, de la que ya sólo queda Garzón como una confluencia más de Podemos; y después a buena parte de un PSOE que ha adoptado esa especie de pose antisistema de Iglesias y que le está conduciendo no sólo a una pelea interna brutal sino a perder gran parte de la esencia de un partido que es sistémico porque fue uno de los pilares sobre los que se ha construido la España actual. Yo, mi, me, conmigo insultó ayer a todos los parlamentarios, hizo chistes, gracietas y demás faramalla. Se rió una vez más del PSOE, levantó su puño, adulóse…, mas no dijo nada. Sólo el yo, mi, me, conmigo que corearon sus señorías podemitas y algún cronista. # Este artículo lo he publicado en Diario LA RIOJA