PENSAMIENTO MASCOTA

No salgo de mi asombro últimamente con muchas cuestiones lejanas y cercanas. Hace unos días las autoridades del Parque de Yellowstone tuvieron que sacrificar a una cría de bisonte después de que unos turistas la metiesen en su camioneta y la llevasen a las oficinas del parque porque pensaban que tenía frío... Los especialistas de Yellowstone intentaron por todos los medios que la cría fuera admitida de nuevo en la manada, pero la mamá bisonte, terca como una mula, se negó a acoger en su seno al pequeño recental. La cría, abandonada y rechazada por sus congéneres, fue finalmente sacrificada porque se acercaba a los coches de los visitantes causando diversos problemas en la seguridad del parque. Pero más allá de su desgraciado final, conviene detenerse en la mentalidad de contemplar a todas las especies por el rasero más cercano que tenemos: el de la mascota. Otorgar a los animales nuestros prejuicios es la derivada más sutil de la solemne incomprensión que tenemos las personas con el resto de las especies. Hay una tendencia a igualarnos con ellos, a ponerlos en planos paralelos otorgándoles valores exclusivos de los seres humanos. Pero no, la bisonte desdeñó a su cría porque su interacción con las personas hizo imposible su regreso a la manada. ¡Qué falta de humanidad de la madre bisonta con su pequeño y aterido hijo!, ¡qué poco amor! ¡qué falta de sensibilidad! Pero no, la naturaleza se rige por el principio de la supervivencia: alimentarse para vivir y procrear. Ésta es la clave, y cualquier cosa que se interponga a ese fin –lazos familiares incluidos– será destruido. No podemos humanizarlo todo, ofrecer nuestro mismo rasero allá por dónde vamos. La bisonta estará ahora en celo, esperando un macho que la fecunde para proseguir con su fin sin que nadie se lo pregunte. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja