Tengo para mis adentros que el despistado chófer ucraniano (*) que incrustó su gigantesco trailer lleno de naranjas y limones murcianos en un camino forestal más allá de la aldea de Bonicaparra en realidad era Pablo Iglesias al volante de Podemos. Si sorprendente fue la ruta del GPS del atribulado camionero, más pizpireta parece todavía la del coletudo líder, que se sitúa con esmero en los márgenes de la sociedad apelando a esa especie de fatalismo buenista en el que cualquier reacción enérgica de los países europeos contra el terrorismo islámico carece de la legitimidad moral que parece tener él en exclusiva. Obviamente, nadie está en posesión de la verdad en este escabroso asunto, pero es más que evidente que la transparencia de la libertad que define nuestra sociedad (y que es su grandeza) se ha convertido precisamente en el espacio a través del que se introducen los terroristas para atacarnos desde dentro y donde más nos duele. No se trata de crear una sociedad policial; la clave es defendernos para que no nos corten el cuello o nos acribillen a balazos mientras tomamos un café en una terraza o asistimos a un concierto en una discoteca. Con los terroristas no hay diálogo posible y no se trata de renunciar a los derechos civiles; todo lo contrario, hay que protegerlos con la fuerza de la ley en la mano. Los terroristas son tan viles que incluso se emboscan entre los miles de refugiados que huyen del horror del ISIS para penetrar en Europa. Y eso no significa criminalizar a los refugiados ni jalear los bombardeos indiscriminados. Pablo Iglesias no es capaz de entender que nos atacan a todos y que la unión es esencial para defendernos y sobrevivir. Lástima que el ‘conductor’ de Podemos no cuente con la ayuda de los vecinos de Ezcaray para sacar su trailer de esas veredas por las que se mete. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.
(*) Leer aquí la noticia del conductor ucraniano que se perdió con su trailer por los caminos forestales de la Sierra de la Demanda.