CIUDADANOS DE CATALUÑA
No hay nada más previsible y tedioso que un político nacionalista catalán explicando en TV3, en ‘La Vanguardia’ o en cualesquier otro medio de los infinitos que componen el entramado mediático tejido por la Generalitat –con el dinero de los contribuyentes– la irreversible desafección que siente el pueblo catalán con España. No con el resto de España, que sería lo propio, sino con España, con su Estado, sus ciudadanos y con esa mentira de las balanzas fiscales que tanto pregonan. Se han apropiado de todo para jugar con los sentimientos más impresionables: del lenguaje, de los símbolos, del idioma, del deporte. Y lo han hecho apelando al derecho de autodeterminación para introducir a todo el país en un callejón sin salida que puede tener consecuencias imprevisibles. Y, además, desde la corrupción salvaje de buena parte de todas las instituciones democráticas que controlan en su régimen cleptocrático, desde Pujol a sus hijos, desde CiU al padre de Mas, los Sumarroca, los Millet y tantos otros apellidos infumables. La realidad es que lago catalanista apesta a orines. Enarbolan el derecho de autoderterminación, que casualmente es el mismo que esgrimió Adolfo Hitler en la Crisis de los Sudetes y el que ha llevado al hoyo a cientos de españoles a manos de la barbarie etarra. Ya vale, ya está bien del aburrimiento de mentiras jamás contestadas desde las instituciones democráticas españolas: Rajoy se hace el tonto y Sánchez habla de un federalismo vacío de cualquier contenido. Estamos a las puertas de una nueva Diada en la que se conmemora su mentira histórica mil veces repetida. Mas trata a sus ciudadanos como súbditos: Cataluña soy yo y se encarna en mí, exactamente todo lo contrario que hizo Tarradellas, que antes de poner apellidos a los habitantes de Cataluña los llamó ciudadanos. ¡Igual que ahora! # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja